Galvanización
01 | 2013

LABORATORIOS

Y ALMACENES QUÍMICOS

Belleza que esconde materiales peligrosos

Este edificio nace forzado a esconder el interior luchando contra el carácter de sus fachadas, donde el acabado galvanizado reverbera y llena de matices de luz y color el entorno del que huye.

El laboratorio está herméticamente sellado, abierto únicamente a la luz que incide desde la parte superior a través de los patios interiores.

Un edificio con decisiones arquitectónicas difíciles. Por una parte, la necesidad de agrupar los laboratorios de manipulación y almacenes de peligrosos productos químicos fuera del Campus de la Universidad de Alcalá. Por otra, mantener su centralidad respecto a las áreas de docencia de la Universidad. En el calibre de estas decisiones se conjuga la peligrosidad representativa, el deseo de alejamiento por parte de sus usuarios, y la funcionalidad virtuosa, la proximidad forzosa que ha de revestir su identidad.

Frente a la condición dispersa del entorno, el edificio de laboratorios y almacenes químicos responde con su carácter compacto, con un volumen sin fisuras ni ventanas que esconde lo que no se quiere ver, un volumen hermético que permanece abierto al cielo mediante los profundos patios por donde penetra la luz que la fachada ha negado, recogiéndola, ralentizándola, distribuyéndola uniformemente por el interior. Además, separan los grupos de laboratorios, las salas de control y también los servicios, ventilando espacios comunes. Cumplen, de esta manera, con el cierre conceptual que la fachada externaliza.


Además de la fachada, la estructura de acero del edificio fue también galvanizada.



Frente a la ambigüedad de los edificios del contexto, el edificio de laboratorios plantea la escala de manipulación del proyecto, en sus puertas. A través de ellas se entra y se sale, pero también se abre y se cierra el espacio. Estando las puertas cerradas, el edifico representa un cajón abierto en sus patios interiores; con la apertura de puertas, entran bocanadas que rompen la verticalidad y permiten recoger grandiosamente el horizonte en el interior.

Frente al carácter uniforme, inerte y equivocado de los acabados circundantes en ladrillo, el edificio de laboratorios responde a través del carácter latente de sus paramentos: grandes palastros de acero galvanizado que reverberan, frente a la pasividad de sus vecinos, con matices de la luz exterior y los colores del cielo.

En este proyecto arquitectónico, tan sabiamente realizado, el residuo que nadie quiere es ordenado y clasificado, generando una oportunidad inigualable de crear belleza, porque nadie espera que sea la belleza el mecanismo que resuelva los problemas que la sociedad se empeña en ocultar, nadie espera que surja la belleza de la manipulación de residuos y basuras indeseables. En sí misma, esta sorpresa, dialéctica discursiva de un edificio y su destino, provoca algo más que un asombro funcional. Del cajón metálico, hermético por necesidad, parten bandas con almacenes y laboratorios, con paso de vehículos y con oficinas y servicios. Tiene el edificio piel y hueso. Se construye con acero galvanizado sobre una solera de hormigón que se completa hasta la calle con una alfombra de grava.




El acero galvanizado se utiliza en este edificio de manera indispensable para construir el espacio. Se lleva a sus dimensiones máximas de fabricación y se ensambla con tornillos, construyendo dentro un espacio que se llena con aire, luz y sombra, mientras el exterior reacciona poéticamente con su brillo metálico, en una deliciosa interpretación trémula de la luz y el color.

Héctor Fernández Elorza emplea la materia constructiva de forma casi ascética, emergiéndola como un brillo profundo desde lo habitualmente oculto. El edificio sorprende: es cajón y es paisaje, silencio riguroso y quedo, es tonalidad cambiante, secreto esplendoroso, es al mismo tiempo profundo y metálico.

Fotos del proyecto