La principal ordenación de este proyecto proviene, principalmente, de su adaptación al medio circundante. Así, el edificio, una comisaría de policía, se coloca de tal manera en la parcela para ofrecer a los ciudadanos una plaza pública que sirve de antesala al propio edificio y acceso peatonal al mismo. Esta decisión da continuidad a la ciudad, propiciando el acercamiento de los ciudadanos a un edificio público que, por tradición secular, se considera hermético e inaccesible.

Al mismo tiempo, el edificio se relaciona con el entorno debido a su moderna y rotunda imagen, proporcionando un hito arquitectónico de referencia, condición implícita en un edificio dotacional de estas características.

Desde la lejanía, la fachada confiere al edificio un aspecto macizo, de bordes nítidos, mientras que desde la cercanía se puede observar que la piel no es más que un ligero velo de luz cuya transparencia permite unas magníficas vistas sobre la ciudad.

Aunque desde el exterior el edificio parece masivo y pesado, desde el interior se proyecta de manera bien distinta. Todos los usos se articulan a través de un espacio vacío, un patio central cubierto que se desarrolla en toda la altura del edificio y que configura el diálogo entre la zona privada y la zona pública, siendo la propia luz que atraviesa los lucernarios de este patio el elemento unificador del proyecto. Este espacio, sumado al uso del vidrio en las dependencias de trabajo, confiere al interior un carácter panóptico, tanto en horizontal como en vertical.

El volumen privado, definido claramente, pierde su carácter estanco mediante cajas que vuelan desde el cubo a modo de miradores, y con una serie de terrazas y patios que aparecen en la fachada.

El acero galvanizado, el aluminio anodizado y el cristal, han sido los materiales elegidos para completar la imagen del edifico. La galvanización está presente en las pasarelas de todo el edificio, en la estructura y los marcos para la piel de aluminio , en los gaviones , en las vallas, las mazmorras , etc.